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Así fue Pregón Semana Santa Murcia

 

 

Teodoro García Egea, que entregó al Cabildo su medalla de diputado de esta legislatura, animó a los cofrades a prepararse para la Semana Mayor que se acerca apenas comienzan los obradores «a perfumar las calles con ese dulzor de azúcar quemada e ilusiones que coronan la carne», cuando la memoria comienza a galopar como «un caballo de fuertes ijares que recorre los caminos grabados a fuego en el alma».

Es para el pregonero la Semana Santa un tiempo de «sentir de fiesta, de encuentros familiares, de calle vivida» y lamentaba que algunos no entendieran el celebrar esos días grandes «porque no saben lo que tras ella sucede: la Resurrección, la gran esperanza». Y añadió: «Aunque sea la nuestra una Pasión de talla de madera y trompetería; de calles llenas y almas encogidas por la emoción, en el fondo, todos tenemos nuestra Semana Santa. Todos la vivimos de forma particular y especial». Cada uno según desea vivirla.

En el caso del pregonero es la Semana Santa, entre otras muchas cosas que fue desgranando ante el auditorio, música. Este año, precisamente, se cumplen 25 años desde que llegó a sus manos una cinta con música procesional. Era la primera vez que escuchaba ‘Cristo del Perdón’ o ‘Mater Mea’. Pero aquellos sones llegaron para quedarse. En sus «interminables viajes a Madrid», fuera invierno o verano, como reconoció, «siempre había hueco para escuchar ‘Nuestro Padre Jesús o ‘La Madrugá’». Eso sí: las marchas solo desgarran el alma nazarena cuando se paladean en los cortejos, cuando le ponen «sonido a las frías noches de primavera», dejó claro García Egea.

Aunque la música la pusieron la guitarra de Carlos Piñana, que seguía con acordes de poesía los lamentos del duelo; y la percusión de Miguel Ángel Orengo, que marcaba el duelo y el ritmo de los estantes, del paso, del Misterio que iba recorriendo el pregonero. Piñana y Orengo estuvieron excepcionales en el dueto musical que sembró de intensos momentos la lectura del número dos del PP, arropado por un buen número de miembros del partido.

Entre los recuerdos nazarenos que compartió García Egea figuran aquellos lejanos viernes de Cuaresma en los que asistía a «la primera misa de viernes en la Catedral», en la capilla de Los Vélez. O su querencia por leer libros piadosos en este tiempo. De todos, le fascinó hasta el extremo de «regalarlo en muchas ocasiones» ‘El regreso del hijo pródigo’ que escribiera Nowen.

Aunque si de retornos se trata, apuntó el pregonero, cada Viernes de Dolores «a San Nicolás volvemos». Arrancó así la obligada mención a cada uno de los desfiles que componen la Jerusalén murciana, desde el Amparo a la Fe y la Caridad, sin olvidar la Esperanza, en la Domenica de Ramos cuando, por la mañana, «la campanería de toda la ciudad ya está repicando en sones de alegría». Y en la tarde, túnicas verdes parten de San Pedro.

Tuvo García Egea un recuerdo para María José, su esposa, con quien decidió visitar todas las Semanas Santas de España. Aunque solo fuera para convencerse de que «en cada paso, en cada trono, en cada revirá y en cada levantá, veíamos a Murcia deambular». Como lo hace el Lunes Santo del Perdón, cuyo desfile incorpora el pasaje de Jesús orando en Getsemaní, «el instante que a mí más dolor me produce de toda la Pasión».

Superados «los trazos góticos» del Martes Santo, que despliegan las cofradías de la Salud y el Rescate, de nuevo hizo el pregonero una parada en el Miércoles de la Sangre, «de ese barroco prieto y expresivo, que hace plástico hasta el más insondable de los Misterios». Sangre ‘colorá’, «porque en Murcia no existe el rojo, existe el ‘colorao’», bromeó.

El pregonero cerraba su intervención, que puso en pie a más de uno, como se cierra en las calles la Semana Santa: con el desfile del Yacente, recordando aquel año en que incluso fue músico en una de sus bandas, y ensalzando el Domingo de Resurrección, donde García Egea, protagonista habitual de las noticias por su cargo político, situó «la gran noticia: Cristo ha resucitado».